Cantar de cantares

Níveo cáliz de magnolia

decorando los retoños de la rama

como ánfora de sueños es tu frente.

Sí, tu frente

hija mía, madre mía, novia mía,

es el gótico remate de la rama,

su divino corolario:

es el grave, pausadísimo insensario,

cuya mirra de sapiencia por mi templo se derrama.

-

Radiaciones de las mieses,-

rubias ondas encrespadas y brillantes

y crujientes de los trigos, -tus cabellos,-

¡tus cabellos,

cuando sueltas las cascadas de tus rizos!

Son las hebras rubicundas y brillantes

de la testa de las diosas,

de las diosas imperiosas y graciosas

bajo el casco de sus crines enrizadas y flotantes.

-

Como sello de turquesas,-

de turquesas bien profundas, bien extrañas,

bien azules, como el aire,- son tus ojos;

grandes ojos

vagamente sorprendidos al mirarme:

son dos piedras bien azules, bien extrañas

que incrustaron los querubes,-

los que ciñen a los astros con las nubes,-

bajo el arco y en el fleco de tus cejas y pestañas.

-

Cicatrices de caricias,-

cicatrices de dos besos fraternales

de las almas de dos lirios,- tu oyuelos:

tus oyuelos

inestables, intangibles, indelebles:

son las huellas de dos besos fraternales

que te dieron al venirte,

que te dieron, al salir a despedirte,

los dos ángeles mas puros de los coros celestiales.

-

Florecitas de durazno

que la veste de las auras amontona

bajo el cielo de la tarde, tus mejillas;

tus mejillas

de sedosos, inefables terciopelos:

son las flores que un arcángel amontona,

bajo el cielo de tus ojos,

por los balles de sonrisas y sonrojos

que divide tu severa naricita de matrona.

-

Como pétalos de rosa,

como pétalos de rosa purpurada, -

purpurada como sangre,- son tus labios;

esos labios

que predican candorosos evangelios:

son dos pétalos de rosa purpurada

que calleron en la nieve;

son el borde que resuena, que se mueve,

de aquel vaso de Sajonia, de tu barba nacarada.

-

Blanco polvo sacarino

que decora rojos néctares de fresas,

tamarindos y granadas, son tus dientes;

bellos dientes

como hermanos amorosos que se juntan:

son azúcar en la crátera de fresas

de tu boca cuando ríes;

son diamantes de Golconda que deslíes

en el bálsamo bendito de tus besos, cuando besas.

-

Caracoles nacarados,

nacarados caracoles pequeñitos

de la playa de los mares, tus orejas;

tus orejas

yo no sé por qué rubor enrojecidas:

son dos rojos caracoles pequeñitos

que te llevan al augurio,

que le llevan a tu espíritu el murmurio

de las cosas venideras, de los tiempos infinitos.

-

Bella página de un libro,-

bella página de un libro de oraciones

con estampas bizantinas,- tus afectos;

tus afectos

transparentes y profundos como el éter:

son la página del libro de oraciones

donde rezan los nenitos,-

donde buscan los nenitos, ¡pobresitos!

las Madonas y los Cristos de radiantes corazones.

-

Como lámpara votiva

que llenase de fulgores el santuario

de algún pálido Ecce homo, tu gran alma;

superalma

de una dulce, femenina fortaleza:

en la lámpara votiva del santuario,

que fulgura gravemente,

que derrama gravemente, tiernamente,

sus bondades luminosas en la cruz de mi calvario.

-

Como el bíblico poeta,

como el rey de los proverbios seculares

que no pasan, que no mueren, yo te canto;

sí, te canto

hija mía, madre mía, novia mía:

con palabras que retumben seculares,

que no pasen, que no mueran,

que los hombres para siempre las profieran

como el cántico sublime del cantar de los cantares.